Asoman en el horizonte las próximas citas electorales. Llegarán en 2015 pero ya se empieza a vislumbrar el brillo de las promesas. Si hasta hace nada todo eran recortes y recortes de servicios y derechos, ahora se nos presentan congelaciones de impuestos e incluso reducciones de los mismos.
No obstante, no se puede olvidar que los servicios públicos en España están heridos por la crisis. Educación, Sanidad y Dependencia son los principales afectados por lo la llamada "racionalización" del gasto público. Sobre este asunto habla El País, y recuerda que desde entonces "han visto reducidas sus plantillas; los
funcionarios que prestaban estos servicios y otros han sufrido la rebaja
de sus salarios y el aumento de la jornada laboral", y han surgido copagos, supresión de servicios y otros recortes que, junto a la subida del IRPF y otras medidas recaudatorias, no están ayudando a los ciudadanos a llegar a fin de mes ni a mantener una calidad de vida que antes tenían.
Pero por si alguien pone sus esperanzas en las urnas, tiene que tener en cuenta que parece que cada vez es más complicado el juego electoral. Y es que ahora el presidente del Gobierno anuncia que quiere reformar el sistema electoral. Es como una medicina con azúcar. Si se habla que se trata de que se vote a los alcaldes de forma directa, también se plantea que gobierne el partido que obtenga más votos, independientemente de que represente a menos electores que todos los demás juntos. Es una medida que se plantea la vuelta de las vacaciones estivales, para septiembre. Está bastante claro que el objetivo es que esté lista en los comicios de mayo. Y huele a intento de blindaje del bipartidismo ante un panorama impredecible que podría plantear Podemos si repitiese su éxito de las elecciones europeas.
María Dolores de Cospedal defiende la reforma y la engloba en un marco de regeneración política, pero otras fuentes no lo ven tan de color de rosa.
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