Hace una semana llegó el escándalo. Pese a que cada vez tenemos más ejemplos parecidos en nuestras calles, las fotos de unos pinchos junto a un portal para evitar que durmieran las personas sin techo, en Londres, levantaron ampollas. Y es que nos acostumbramos a ver cambios que hacen nuestras ciudades más incómodas pero no nos paramos a pensar las razones. Y esas imágenes nos abrieron los ojos. Son un feo parche para esconder realidades vergonzantes.
Es como lo que dijo también hace pocas fechas un alcalde de la vecina Galicia. Se atrevió a decir que abrir los comedores escolares durante las vacaciones de verano para atender a los niños de familias en riesgo de exclusión social no resulta adecuado porque se podría generar "excesiva visibilidad" a estos casos y con ellos "discriminación".
¿No será mejor acabar con las causas por las que la gente duerme en la calle o necesita comedores escolares que quitarlas de nuestra vista? En caso contrario ¿continuaremos por dejar de construir hospitales para que no se note que hay enfermos? Es cierto que nadie quiere encontrarse en su puerta con alguien que duerma
La colocación de artilugios para mantener las calles con una imagen políticamente correcta, va más allá. Se colocan
Como dice este artículo de El País, el resultado "son espacios defensivos, desequilibrados y poco habitables no solo para quien vive en la calle, sino para todos los que usamos la ciudad. Para las abuelas que no se pueden poner juntas en los bancos individuales, para que los niños que corren sobre el granito duro, para el lector que se quiere sentar sin tener que entrar en un bar y para el que tiene sed y no quiere pagarse un botellín de agua.
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